Nos encontramos inmersos en plena temporada veraniega; esta circunstancia suele traer consigo más horas de sol, «terraceo», actividades al aire libre, horarios diferentes y…las vacaciones (¿temidas?).
Normalmente, estamos esperando el momento de las vacaciones con muchas ganas, hacemos multitud de planes que encajen con nuestras circunstancias, saboreamos con nuestra imaginación esos momentos de desconexión y tachamos los días, las horas y los minutos que nos quedan para comenzar nuestro merecido descanso…como un presidiario a las puertas de la libertad.
Entonces, ¿qué ocurre cuando no es así? ¿Qué factores influyen en que durante las vacaciones no podamos disfrutar? ¿Por qué a veces nos sentimos francamente estresados durante esos días?.
Comencemos con una definición de estrés: es un proceso que se pone en marcha cuando una persona percibe una situación o acontecimiento como amenazante o que desborda sus recursos. A menudo, los hechos que lo disparan son los que están relacionados con cambios, ya que exigen del individuo un sobreesfuerzo y por tanto, ponen en peligro su bienestar personal.
El estrés no tiene por qué ser negativo, ante una situación de crisis, sus efectos pueden ayudar a canalizar nuestros recursos y conseguir un mayor rendimiento que nos permita resolver la situación potencialmente a nuestro favor, lo que nos ayudaría a sentirnos más capaces.
Se entiende entonces, que los períodos vacacionales y su buena dosis de cambios, pueden estar detrás de ese estado emocional indeseable e inesperado ante unos días de «descanso».
Por supuesto, no a todo el mundo le sucederá y, si aparece ese estado, no todo el mundo lo tomará de la misma manera. Analicemos no obstante, aquellos factores que pueden estar detrás de unas vacaciones estresantes.
• Unas expectativas demasiado elevadas sobre la realidad de nuestras circunstancias (personales, materiales, laborales, familiares, etc.) Unas vacaciones no resuelven el problema de sentirse insatisfecho con la propia vida o con el propio trabajo, aunque en ocasiones, pueden ayudar a tomar consciencia de ello. Si tu trabajo no te gusta y no tienes otra alternativa, las vacaciones no te harán sentir demasiado bien, serán más bien como una libertad «condicional», a no ser que logres olvidarte de ello o, sirvan para reunir la fuerza necesaria e intentar cambiar las cosas que no te gustan de tu vida, en la medida de lo posible.
• Sobrecarga de tareas pendientes. No es positivo tampoco sobrecargar esos días libres con todas aquellas «tareas pendientes» que durante el año no nos ha dado tiempo a hacer. Pueden emplearse parte de esas vacaciones para ellas, o incluso realizarlas, si es lo que nos hace sentir mejor, pero dejando siempre margen para el descanso.
• Sobreexplotación vacacional. Por otro lado, posponer todas aquellas actividades que nos hacen sentir bien, solo, para las vacaciones, no es una buena idea. Es decir, que si te sienta bien dar un paseo largo con tu perro por la montaña, o jugar con tus hijos en la piscina, no habría que reservar esos buenos momentos únicamente para ese tiempo vacacional, porque es mejor tomárselos cuando son necesarios que condensarlos en dos semanas o cuatro, cuando finalmente, nos sintamos presionados para cumplir con todo aquello que había sido pospuesto.
• Vacaciones en grupo. Si vamos a pasar tiempo en familia, con amigos, con nuestros hijos, padres, hermanos o, el paquete completo, debemos ser conscientes de que pueden surgir conflictos, choques de perspectivas, discusiones previas no resueltas o saturación por contacto. Contar con tiempo libre para uno mismo, para la pareja…no está reñido con unas vacaciones en grupo. Aprovecha la oportunidad y delega, si es lo que necesitas, la familia puede echar un cable con los peques por ejemplo, seguro que estarán encantados. Por supuesto, también es útil tomar perspectiva, al fin y al cabo, es probable que lleves meses esperando pasar tiempo con esas personas a las que sueles añorar, serán unos días, todo pasa y, luego volverás a echarlos de menos. El mal rollo puede esperar, a veces, uno puede dejarse llevar felizmente y, mejor si es en vacaciones.
• Rigidez. La rutina se rompe en vacaciones y, lo que parece delicioso y prometedor, de pronto nos produce ansiedad… ¡No saber lo que tengo que hacer al día siguiente! ¡Horror! Y es que la rutina, también es tranquilizadora, nos movemos a su ritmo en territorio conocido, y eso nos mantiene estables. Si se mira desde otro lado, los períodos vacacionales pueden ser una oportunidad para probar cosas nuevas, comidas que juraste que nunca comerías, deportes que «no van contigo», bailes «ridículos», etc. Bien, sin alergias alimentarias o lesiones limitantes, si la salud no es el problema, nada puede evitar que aprovechemos para probar algo nuevo. Planifica las actividades que quieras realizar, los sitios que tengas ganas de visitar, pero sé flexible e improvisa también, no sobrecargues tus días.
• Falta de desconexión. En el día a día, no es fácil poner el “modo off”, cuando por fin tenemos un rato libre, surge un nuevo «tengo» que nos mantiene ocupados y posteriormente nos sirve de excusa para quejarnos de no tener tiempo y hacer lo que queremos. Durante períodos más amplios, como pueden ser las vacaciones, «soltamos» las riendas de preocupaciones que normalmente ocupan nuestros días, como por ejemplo, el trabajo. Pensamientos intrusivos como «¿se habrá acordado menganito de preparar el informe que le pedí?», «¿cómo estarán las cosas por la oficina?», «todavía no he reservado los libros de texto de los peques», «¿estará todo tranquilo a mi vuelta?», etc. Sucede que, en ocasiones, nos identificamos tanto con los «roles» cotidianos, que no logramos salir de ahí…tipo…»soy madre/padre», «soy directora gerente», «soy administrativo», etc. podemos echarle creatividad y añadir «soy madre/padre…de vacaciones», lo que no quiere decir que tengamos que pasar de todo cayendo en la negligencia, sino que podemos revestir las obligaciones de colores nuevos, probando nuevos juegos, relajándonos ante una mancha en el jersey o una siesta inesperada… En cuanto al trabajo, todo puede esperar, las vacaciones son un derecho, nos lo hemos ganado, son un paréntesis necesario y, son nuestras. Una buena idea, es dejar las cosas lo más en orden posible, eso nos tranquilizará durante las vacaciones y, nos facilitará la vuelta a casa o al trabajo fuera de ella. Y, por favor, dejemos la tecnología descansar, miremos hacia otro lado todo lo que podamos y, si nos llaman del trabajo…»¿trabajo? ¿Qué trabajo?».
• La «obligación de disfrutar». Es paradójico, pero puede ocurrir que la mera obligación percibida de divertirse, haga que la diversión salga corriendo y el estrés venga a visitarnos, sin respetar dónde estamos. Pueden aparecer pensamientos del tipo «estoy de vacaciones y no me divierto, ¿qué hago mal?». Ante esto, rescatemos de nuevo la idea de flexibilidad, cuando nuestros pensamientos paran y salen de la rutina, podemos desconcertarnos, puede que resurjan problemas medio resueltos de nuestros días de trabajo convirtiéndonos en un ogro con un látigo que nos dice, «¡¡¡disfruta!!!». Dejemos al ogro salir, dejemos que diga lo tenga que decir y, dejemos que se vaya por donde ha venido. No hay obligación de ser más feliz en vacaciones, las obligaciones se relajan en vacaciones, por eso son lo que son.
• Comparaciones odiosas. Tus vacaciones te parecían perfectas, en el pueblo, con la familia, hasta que por la red social que toque, has visto a aquel compañero de trabajo que se ha ido a recorrer el mundo, y de pronto, tus vacaciones te parecen cuanto menos, cutres. No es bueno comparar, porque un viaje por tierras desconocidas, aunque tentador, no es necesariamente mejor que los paseos al aire libre por tu pueblo natal, que cuentan con la ventaja además, de librarte de sufrir la “diarrea del viajero” o la malaria. Hoy en día, tenemos demasiado acceso a la vida de los otros, propongo que nos centremos en vivir la vida que tenemos, que no es poco.
• Imperativo social. Resume un poco ambos problemas anteriores, la aparente obligación de disfrutar al máximo, de hacer cosas inverosímiles que poder publicar en redes, de irse a un país lejano a pesar de que tú seas más de quedarte en casa disfrutando de una película, con el ventilador y un Kg de helado…o bien, que el presupuesto no dé para tanto y te veas obligado a endeudarte sin quererlo realmente para tener esas vacaciones «soñadas»… ¿soñadas realmente? ¿Por quién?. Que no, que no es obligatorio irse de viaje a un país remoto o visitar a la familia, o hacer de esos días algo inolvidable…a veces quedarse en casita, con una rutina diferente y disfrutando en tu entorno de cosas a las que normalmente no puedes atender, es una maravilla. El imperativo social puede ser demoledor del descanso.
Estos son algunos de los factores que pueden arrastrarte hacia el estrés en vacaciones, lo mejor es que todos son controlables, así que, concluyendo, permítete la creatividad, toma perspectiva, atiende tus necesidades, prioriza el bienestar y vive el momento.
Lo más importante es estar presente, sin piloto automático, y lograr que ese descanso se convierta en todo lo que necesitamos, sencillamente.
Raquel García Raposo
Psicóloga Centro Qualia.